Una mirada desde la Medicina China, la medicina integrativa y la neurociencia.
Como acupunturista, recibo a personas que llegan con síntomas aparentemente aislados: insomnio, digestiones alteradas, fatiga crónica, dolores que van y vienen, o emociones desbordadas, sin causa aparente. Pero al comenzar la entrevista diagnóstica, la anamnesis tradicional que utilizamos en Medicina China, estos fragmentos comienzan a organizarse. En nuestra forma de evaluación consideramos aspectos físicos, emocionales y energéticos como parte de un mismo sistema. Exploramos el sueño, el apetito, la digestión, el ciclo menstrual, el pulso, la lengua, el tono vital, el color del rostro, la postura, el patrón del habla y mucho más. A través de esta estructura, lo que parecía disperso nos revela un patrón.
El cuerpo empieza a hablar con más claridad, y lo que parecía desconectado, nos muestra su sentido. Porque sabemos que el cuerpo no grita de inmediato. Primero susurra. Y solo si no lo escuchamos, grita. Los cambios suelen ser sutiles, pequeños ajustes que el cuerpo va haciendo para sostenernos: comer más, dormir más liviano, dejar de ir al baño como antes, sentir tensión en zonas que antes estaban bien, apretar la mandíbula, pequeñas molestias que se van sumando, sin notarlas hasta que nos causan grandes molestias.
Darse cuenta no es tan fácil. Vivimos en una cultura que no nos enseña a prestar atención, que no oye susurros, entonces, el cuerpo tiene que subir el volumen. Lo que comienza como una incomodidad termina siendo una señal de alarma. Estamos tan desconectadas que miramos esos síntomas como si no tuvieran relación entre sí. Estamos tan medicalizadas que tomamos una pastilla antes de preguntarnos por qué nos cuesta dormir, por qué aumentó la frecuencia del dolor de cabeza o por qué no tenemos energía, sin detenernos a ver que todo está conectado.
Descartes estaba equivocado, no es “pienso, luego existo. Es: “porque siento, pienso.”
Desde la Medicina Tradicional China, el cuerpo y la mente no se separan. Lo emocional se expresa en el cuerpo y el cuerpo afecta cómo pensamos, cómo sentimos y expresamos nuestras emociones, lo que en definitiva determina nuestra salud. Giovanni Maciocia, uno de los grandes referentes contemporáneos en MTC, lo explica muy claro: “Cuando el Shen está perturbado, el cuerpo también lo está. Las señales físicas son su expresión.
Gabor Maté, médico y autor especializado en trauma y salud, sostiene que las enfermedades físicas podrían ser respuestas del cuerpo a situaciones emocionales no resueltas. No como castigo, sino como formas de autoprotección cuando no se encontró otra salida, nos plantea que : “El cuerpo expresa lo que la mente no puede”, por lo que sugiere que, en lugar de solo controlar síntomas, aprendamos a observar qué intentan decirnos esos cambios en el cuerpo que muchas veces ignoramos por años.
Desde la ciencia, Nazareth Castellanos, investigadora en neurociencia del cuerpo y la respiración, ha demostrado que cuanto más desarrollamos la percepción interna, lo que se llama interocepción, más capacidad tenemos para autorregular nuestras emociones y estados mentales. “La respiración es el lenguaje del sistema nervioso. Si aprendemos a leerlo y a hablarlo, podemos cambiar cómo nos sentimos.” Castellanos insiste en que volver al cuerpo no es un lujo, es una necesidad. Porque cuando sentimos, no solo existimos: también decidimos mejor, habitamos mejor y sufrimos menos.
En una sociedad que nos empuja a producir, rendir y explicarlo todo, habitar el cuerpo puede ser un acto de resistencia y cuidado. Escuchar los cambios sutiles, darles valor y atenderlos antes de que se conviertan en alarma, es un camino posible y necesario.
Si duermes distinto, comes distinto, te duele algo que antes no dolía, no es casualidad. Es información y cuanto antes la escuches, más simple puede ser la solución.